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Viernes 25 de Marzo 2011

Un estudio presentado en unas sesiones científicas de la AHA en Atlanta muestra que la sensibilidad al sodio es mayor entre los individuos más sedentarios.

 

 

La actividad física reduce el efecto de la sal sobre la presión arterial, según un estudio de la Facultad de Salud Pública y Medicina Tropical de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, que se ha hecho público durante las sesiones científicas de la American Heart Association (AHA) sobre Nutrición, Actividad Física y Metabolismo / Epidemiología y Prevención de la Enfermedad Cardiovascular, que se celebran en Atlanta (Estados Unidos).
 
Los resultados del trabajo muestran que cuanto mayor es la actividad física, menor es el aumento de la presión arterial en respuesta a una dieta alta en sal. Según explicó Casey M. Rebholz, director del estudio, "los pacientes deberían ser advertidos sobre aumentar su actividad física e ingerir menos sodio. Además, la restricción de sodio es particularmente importante para reducir la presión arterial en las personas más sedentarias".
 
Los investigadores compararon la presión arterial de los participantes en el estudio que seguían dos dietas de una semana, una baja en sodio (3.000 mg/día) y otra alta en sodio (18.000 mg/día). La AHA recomienda consumir menos de 1.500 mg diarios.
 
Si la presión sistólica media de una persona aumentaba en un 5% o más de la dieta baja en sodio en comparación con la dieta alta en sodio, los investigadores etiquetaban a esta persona como muy sensible a la sal. Utilizaron cuestionarios de actividad física para dividir a los participantes en cuatro grupos, que iban desde muy activos físicamente a bastante sedentarios. Los aumentos medios en la presión sistólica tras el cambio de dieta de niveles bajos a altos de sodio y según edad y género fueron de 5,27 mm Hg en el grupo menos activo; 5,07 mm Hg en el más cercano al grupo de menor actividad; 4,93 mm Hg en el más cercano al grupo de más actividad; y 3,88 en el grupo más activo.
 
En comparación con el grupo sedentario, las probabilidades de ser sensible a la sal, según edad y género fueron del 10% en el grupo de actividad más cercano al grupo de menor actividad; del 17% en el más cercano al grupo de mayor actividad; y del 38% en el grupo más activo.
 
Los participantes fueron 1.906 adultos chinos de etnia Han, con una edad media de 38 años, participantes en un gran proyecto, denominado GenSalt, que trata de identificar los factores genéticos y ambientales que contribuyen a la sensibilidad a la sal. El proyecto se localiza en la China rural, dado que la población homogénea hace más probable identificar los genes que influyen en el control de la presión arterial.
 
"El estudio necesita ser repetido pero creo que la relación entre ejercicio físico y sensibilidad a la sal podría aplicarse a otras poblaciones", concluye Rebholz.


Miercoles 02 de Marzo 2011

Corazón, Medicina al Día por Mayo Clinic 

El uso de marcapasos y otros dispositivos de ayuda para el corazón aumenta debido a que mayor cantidad de gente con enfermedades cardíacas vive más largo.  La edición de febrero de "Mayo Clinic Women's HealthSource" expone cómo se emplean estos dispositivos para tratar enfermedades del corazón.  A continuación se describen dos de esos dispositivos.

Marcapasos: la razón más común para implantar un marcapasos es tener una frecuencia cardiaca menor de lo normal, afección que se conoce como bradicardia.  Los marcapasos también se utilizan para tratar la frecuencia cardiaca que alterna entre muy rápida y muy lenta, así como latidos cardiacos rápidos e irregulares.

El marcapasos se implanta quirúrgicamente, por lo general, cerca de la clavícula.  El dispositivo se conecta al corazón mediante dos alambres, llamados electrodos del marcapasos.  Cuando la frecuencia cardiaca disminuye, se acelera o se torna irregular, el marcapasos dispara impulsos eléctricos al corazón.  Esa estimulación le ayuda al corazón a latir a la velocidad o paso adecuado.

Desfibrilador cardioversor implantable (DCI): la desfibrilación o aplicación de una descarga al corazón es la única manera de detener problemas mortales del ritmo cardíaco y recuperar un ritmo normal.  La desfibrilación puede realizare externamente, sea mediante la colocación de palas en el pecho o con un dispositivo computarizado, o también internamente con un desfibrilador cardioversor implantable.

Igual que el marcapasos, el DCI se implanta quirúrgicamente debajo de la piel y, por lo general, está conectado al ventrículo derecho del corazón mediante alambres.  Cuando el dispositivo detecta algún ritmo peligroso, descarga ese choque salvador que se podría sentir como una patada en el pecho.

El desfibrilador cardioversor implantable se podría recomendar a las personas con paro cardíaco previo, antecedentes de haber sufrido daños graves al corazón a consecuencia de un ataque cardíaco o de insuficiencia cardiaca, o que padezcan una enfermedad heredada que aumenta el riesgo de presentar anomalías en el ritmo cardiaco.

La gente que tiene un dispositivo para el ritmo cardíaco puede vivir activamente, incluso hacer ejercicio y practicar la mayoría de deportes.  Si bien los dispositivos no curan la enfermedad cardíaca, permiten a la gente llevar una vida plena y más larga.

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