October 2010 Archives


Existen cada vez más evidencias de que podría tener grandes beneficios para la salud, incluyendo la reducción del riesgo de enfermedad arterial coronaria, la prevención de algunos cánceres y la modificación de las respuestas inmune e inflamatoria


Madrid (30/2-11-10).- El aceite de oliva virgen extra tiene un efecto protector del hígado a través del estrés oxidativo, según un estudio de la Universidad de Monastir, Túnez y Reino Saudí en Riyadh (Arabia Saudí) que se publica en la revista Nutrition and Metabolism.

Los investigadores expusieron a modelos experimentales a un herbicida tóxico conocido por eliminar los antioxidantes y provocar estrés oxidativo y descubrieron que los sujetos alimentados con una dieta que contenía aceite de oliva conseguían protegerse en parte de los daños en producidos en el hígado.

Según explica Mohamed Hammami, responsable del estudio, el aceite de oliva es un ingrediente clave en la dieta mediterránea; con este estudio se demuestra que el aceite de oliva virgen extra y su extracto protegen contra el daño oxidativo del tejido hepático.

Los investigadores separaron los individuos del modelo de estudio en un grupo control, un grupo de aceite de oliva y 6 grupos que estaban expuestos al herbicida ácido 2,4-Diclorofenoxiacetico con o sin aceite de oliva o uno de dos extractos de aceite (hidrofílico y lipofílico). Todas a los que se les dio el herbicida mostraban signos de daño hepático pero en los que tomaron aceite de oliva virgen extra y el extracto hidrofílico aumentó de forma significativa la actividad de una enzima antioxidante y se produjo una disminución en los marcadores del daño hepático.

Hammami apunta que la forma hidrofílica del aceite de oliva parece ser eficaz para reducir estrés oxidativo inducido por las toxinas, lo que indica que el extracto hidrofílico podría ejercer un efecto antioxidante directo sobre las células hepáticas. Sin embargo, el investigador señala que son necesarios estudios más detallados sobre el efecto de los componentes antioxidantes por separado y sus interacciones para validar estas observaciones

Las mujeres pertenecientes al grupo sanguíneo cero exhibieron lecturas más altas de hormona FSH, considerada como un marcador de la fertilidad


Madrid (27- 10-10).- Investigadores de la Universidad de Yale y la Escuela de Medicina Albert Einstein, ambas en Estados Unidos, aseguran que la capacidad de una mujer para concebir puede variar en función de su grupo sanguíneo, según los resultados de una investigación presentada en el Congreso de la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva, que se celebra en Denver.

En dicha investigación han participado un total de 560 mujeres de 35 años de media que se estaban sometiendo a tratamientos de fertilidad y, según las conclusiones, las que pertenecían al grupo cero tenían más dificultades para quedarse embarazadas debido a una menor calidad y un recuento de óvulos más bajo .

Los investigadores han identificado cuál es el motivo de esta relación aunque apuntan que el grupo sanguíneo es sólo un marcador de la fertilidad y se necesitan más estudios para confirmar la asociación.

Una mujer tiene un número fijo de óvulos, la llamada "reserva ovárica", que gradualmente va liberando durante su vida reproductiva, y se cree que los niveles altos de la hormona foliculoestimulante o FSH, son un indicador de que esta reserva está disminuyendo más rápidamente, lo que puede reducir las posibilidades de una embarazo una vez que la mujer llega a sus 30 ó 40 años.

Los científicos tomaron muestras de sangre de las pacientes para analizar los niveles de su hormona FSH, y los análisis mostraron que las mujeres pertenecientes al grupo sanguíneo cero exhibieron lecturas más altas de FSH.

Por otra parte, las que tenían sangre del grupo A tenían niveles más bajos. El doctor Edward Nejat, quien dirigió la investigación, ha asegurado que la edad de una mujer sigue siendo el factor más importante para determinar sus posibilidades de concebir.

El marcador de la FSH nos da una idea de la calidad y la cantidad de óvulos, asegura este experto, que reconoce que no está claro si este marcador tiene o no un impacto en la población general porque todas las mujeres del estudio estaban siendo sometidas a tratamientos de fertilidad.




El tabaquismo es un factor de riesgo bien conocido del ictus y podría contribuir al riesgo de demencia vascular a través de mecanismos similares


Madrid (27- 10-10).- Un tabaquismo elevado en la mediana edad se asocia con más del doble de riesgo de desarrollar enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia dos décadas después, según un estudio de la Universidad de Finlandia Oriental y el Hospital Universitario de Kuopi en Finlandia. Los resultados del estudio se publican en la revista Archives of Internal Medicine.

Las estimaciones actuales sugieren que el tabaco es responsable de varios millones de muertes cada año por causas como el infarto de miocardio y el cáncer. Aunque el tabaquismo aumenta los riesgos de la mayoría de enfermedades y de mortalidad, algunos estudios han mostrado entre los fumadores un riesgo reducido de enfermedad de Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas.

Los investigadores, dirigidos por Minna Rusanen, analizaron datos de 21.123 miembros de un sistema de atención sanitaria que participaron en una encuesta entre 1978 y 1985, cuando tenían entre 50 y 60 años. Los autores siguieron los diagnósticos de demencia, enfermedad de Alzheimer y demencia vascular entre enero de 1994 y julio de 2008, cuando los participantes tenían una media de edad de 71,6 años.

Del total de participantes, un 25,4 por ciento (5.367 individuos) fueron diagnosticados con demencia durante una media de 23 años de seguimiento, incluyendo a 1.136 con enfermedad de Alzheimer y a 416 con demencia vascular.

Aquellos que fumaron más de dos paquetes al día durante la mediana edad tenían un riesgo elevado de demencia global y también de cada subtipo, enfermedad de Alzheimer y demencia vascular, en comparación con los no fumadores. Los ex-fumadores, o aquellos que fumaban menos de medio paquete al día, no parecían tener un mayor riesgo.

Los autores señalan que el tabaquismo es un factor de riesgo bien conocido del ictus y que podría contribuir al riesgo de demencia vascular a través de mecanismos similares. Además, el tabaco contribuye al estrés oxidativo y a la inflamación, que se cree son factores importantes en el desarrollo de enfermedad de Alzheimer. Los investigadores creen que es posible que el tabaquismo afecte al desarrollo de demencia a través de mecanismos vasculares y neurodegenerativos.



Madrid (27-10-10).- Investigadores de la Universidad de Barcelona aseguran que la ingesta combinada de cafeína y glucosa puede beneficiar la beneficiar la prolongación de la atención, el aprendizaje y la memoria verbal, según los resultados de un estudio publicado en la revista 'Human Psychopharmacology: Clinical and Experimental'.

En dicho estudio participaron 72 personas de entre 18 y 25 años, en quienes se analizaron los efectos de la ingesta de diferentes bebidas, a primera hora de la mañana y en ayunas: agua (150 mililitros), agua con 75 miligramos de cafeína, agua con 75 gramos de glucosa y agua con 75 miligramos de cafeína y 75 gramos de glucosa.

A partir de ahí, los investigadores estudiaron los efectos de estas bebidas sobre la atención, la habilidad manual, las funciones visuales, espaciales y frontales, la memoria (inmediata, a largo plazo y de trabajo) y el estado subjetivo.

Los resultados pusieron de manifiesto que la administración conjunta de estas dos sustancias, cafeína y glucosa, tiene efectos beneficiosos en la atención y en el aprendizaje de las personas, así como en la memoria verbal.

Igualmente, también mostraron que cuando estas sustancias se suministraban individualmente, los efectos beneficiosos obtenidos eran parciales, en comparación con los observados en la combinación de cafeína y glucosa.

Los investigadores españoles, responsables de este estudio han sido Ana Adán, profesora del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica y miembro del Instituto de Investigación en Cerebro, Cognición y Conducta (IRC3) de la Universidad de Barcelona, y Josep María Serra-Grabulosa, profesor del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la Universidad de Barcelona y miembro del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS).

Revisión en Londres

Por otro lado, la Escuela de Medicina Tropical de Londres ha realizado una revisión científica bajo el título 'Cafeína en la prevención de lesiones y errores en el trabajo por turnos', cuyas conclusiones señalan que el consumo de cafeína puede ayudar a reducir el número de errores, en comparación con placebos o la siesta, mejorando el rendimiento de las personas que trabajan por turnos.

El estudio, publicado en la revista 'The Cochrane Collaboration', se ha basado en el análisis de trece investigaciones científicas en las que se evaluaron los efectos de la cafeína sobre las lesiones, los errores y el rendimiento cognitivo en personas, de entre 20 y 30 años, con 'jet lag' o trastornos derivados del trabajo por turnos.

Según los responsables del análisis, la cafeína reduce de forma significativa el número de errores, en comparación con placebos. En este sentido, sugieren que a raíz de las estimaciones del efecto combinado, la cafeína mejora la formación de conceptos y el razonamiento, la memoria, la orientación y la atención, y la percepción.

A este respecto, también han incidido en la necesidad de continuar investigando en esta área, y han destacado que no hay ningún motivo para que los individuos sanos que consumen cafeína para mejorar su estado de alerta, dentro de los niveles recomendados, dejen de hacerlo.



 

Nuevos estudios añaden más evidencias al debate sobre si esta vitamina es eficaz para reducir el riesgo de pérdida de memoria.

La vitamina B12 podría proteger frente la enfermedad de Alzheimer, según un estudio del Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, que se publica en la revista Neurology. El trabajo añade más evidencias al debate científico sobre si la vitamina es eficaz para reducir el riesgo de pérdida de memoria.
Según explica Babak Hooshmand, responsable del estudio, "nuestros descubrimientos muestran la necesidad de realizar más investigaciones sobre el papel de la vitamina B12 como un marcador para identificar a las personas que tienen un mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer".
Hooshmand añade que los bajos niveles de vitamina B12 son comunes en la edad avanzada. Sin embargo, los pocos estudios que han investigado la utilidad de la vitamina B12 para reducir el riesgo de pérdidas de memoria han tenido resultados mezclados.
En su estudio de 7 años, los investigadores tomaron muestras sanguíneas de 271 finlandeses de entre 65 y 79 años que no tenían demencia al inicio del estudio. Durante este tiempo, 17 personas desarrollaron enfermedad de Alzheimer.
Las muestras sanguíneas fueron evaluadas en relación a los niveles de homocisteína, un aminoácido asociado con la vitamina B12 y sobre los niveles de la porción activa de la vitamina, llamada holotranscobalamina. Demasiada homocisteína en la sangre se ha vinculado a los efectos negativos en el cerebro, como el ictus. Sin embargo, los niveles elevados de vitamina B12 puede reducir la homocisteína.
El estudio descubrió que por cada aumento micromolar en la concentración de la homocisteína, el riesgo de Alzheimer aumentaba un 16%, mientras que cada aumento picomolar en la concentración de la forma activa de la vitamina B12 reducía el riesgo en un 2%. Los resultados continuaron siendo los mismos después de tener en cuenta otros factores como edad, género, educación, tabaquismo, presión sanguínea e índice de masa corporal. La incorporación de folatos no parecía elevar o reducir el riesgo de enfermedad de Alzheimer.
"Se necesita más investigación para confirmar estos descubrimientos antes de que la vitamina B12 deba ser utilizada en solitario como suplemento para ayudar a proteger la memoria", concluye Hooshmand.

Tiene varicela, ¿ cuándo puede regresar a la escuela?

La varicela es una enfermedad infecciosa causada por el virus varicela zóster.

El período de incubación (tiempo que pasa del contacto con un enfermo a que inicia la enfermedad) es de 11 a 21 días.

Se manifiesta por un cuadro catarral inespecífico con fiebre, malestar general, escurrimiento nasal, dolor de garganta, seguido de la aparición de lesiones en la piel llamadas máculas (manchas rojas redondas), pápulas(lesiones sólidas que sobre salen en la piel), vesículas (lesiones con líquido) y costras.


Habitualmente tiene un curso benigno y las lesiones de la piel se presentan en 3 a 5 brotes, uno cada 24 hrs.

El manejo requiere aislamiento en casa, reposo relativo, medidas de higiene personal ( baño diario, uñas cortas y limpias, evitar rascado) y el uso de antivirales o algunas preparaciones tópicas y vía oral para disminuir la comezón.
Es importante señalar que es una de las enfermedades más contagiosas que hay y un niño contagia desde 1 a 5 días antes de que aparezcan las lesiones hasta que todas las lesiones se encuentren en fase de costra.

El Red Book , manual de enfermedades infecciosas del Centro de Control de Enfermedades Transmisibles de Atlanta, Estados Unidos de América, recomienda que los niños con varicela regresen a la escuela o la guardería cuando TODAS LAS LESIONES DE LA PIEL ESTÉN EN FASE DE COSTRA.

No es necesario, como se hacía antaño, estar en cuarentena ( cuarenta días) , ni esperar a que todas las costras se hayan desprendido.

LOS NIÑOS CON LESIONES EN FASE DE COSTRA YA NO SON CONTAGIOSOS, siempre y cuando las costras estén completamente secas y no exista alguna lesión con líquido. Los niños o adultos que estuvieron en contacto con un enfermo de varicela y que no han padecido la enfermedad pueden vacunarse contra la varicela antes de 72hr del contacto evitando así el contagio. Estos chicos una vez vacunados pueden regresar a la escuela sin problema.

dorada

En este tema dedicado al pescado nos centramos en dos pescados semigrasos que son bastante conocidos, la dorada, el besugo y la lubina, así como en otros pescados sobre los que su adscripción al grupo de los blancos o azules no está clara.

La dorada, la lubina y el besugo no se sitúan entre los pescados blancos porque superan la cantidad de grasa que se toma como referencia para el grupo (un 2%). Sin embargo, tampoco alcanzan la cifra de los pescados azules. Los pescados semigrasos contienen un nivel de grasa superior 2,5 % sin sobrepasar el 6%.

En general no existen pescados semigrasos como tales, si no que dependiendo de la época del año un pescado azul o blanco se convierte en semigraso, porque reduce el contenido en grasa de su cuerpo.

Veamos a qué edad se puede introducir estos pescados en la dieta de los niños, así como sus propiedades nutritivas, algunos otros pescados de los que no está clara su adscripción a un grupo, y el mejor modo de preparación.

¿A qué edad introducir los pescados semigrasos?

Pues siguiendo con la secuencia que hemos establecido, si los pescados blancos pueden introducirse entre los 9 o 10 meses del bebé y el pescado azul a los 18 meses, los pescados semigrasos son adecuados pasados los 13 o 14 meses.

No obstante, según la época del año algunos de estos pescados no han acumulado la grasa y tienen una carne magra, pasando a ser pescados blancos. Lo difícil es saberlo antes de abrir el pescado, y más aún porque hoy muchas la mayoría de las piezas disponibles en el mercado son de acuicultura marina.

Dorada, lubina y besugo en la alimentación infantil

Tanto la dorada como la lubina y el besugo son pescados muy sabrosos, de carne muy fina y además podemos extraer con facilidad las espinas, por lo que son adecuados para los niños.

  • La dorada, también llamada Pargo Dorado, Zapata morisca, Chacarona morena o Zapatilla, es un pescado blanco o semigraso y de agua salada. Pertenece a la familia Sparidae. Su nombre viene por la franja dorada que se encuentra entre sus dos ojos. A diferencia de otros pescados, tiene un contenido modesto en proteínas de alto valor biológico. Su carne supone un aporte interesante de potasio y fósforo; moderado de sodio y magnesio y menos relevante de hierro. Se pueden destacar las vitaminas B3 y B12.
  • La lubina o róbalo es un pescado blanco, plano y de agua salada. Pertenece a la familia Percichthydae. Posee un elevado contenido en proteínas de alto valor biológico frente a la mayoría de pescados, así como de vitaminas (las del grupo B están presentes en la lubina más que en otros pescados) y minerales. Por ello, se considera un alimento muy nutritivo. Su carne supone un aporte interesante de potasio, fósforo y hierro y moderado de sodio y magnesio, comparado con el resto de pescados frescos.
  • El besugo, también llamado voraz o pancho, es un pescado blanco o semigraso e incluso en invierno se convierte en pescado azul por su contenido en grasa. Es un importante pez de consumo humano por lo que se pesca intensamente desde tiempos antiguos. Su alto precio y la abundantes espinas hacen que no quede como la primera opción en la dieta habitual de la familia. El besugo también se considera una buena fuente de proteínas de alto valor biológico, además de contener otros nutrientes como vitaminas y minerales. Entre las vitaminas destaca la presencia de las del grupo B (B3, B6 y B12). En cuanto a su contenido en minerales, los más destacados son el potasio, el fósforo, el magnesio, además del hierro, aunque éste último en cantidad inferior comparado con las carnes.

Lubina

Pescados de clasificación dudosa

Respecto al rodaballo y el congrio, hay clasificaciones que los incluyen entre los pescados blancos y otras entre los azules. Ante la duda, yo no los recomendaría como las primeras opciones para ofrecer al bebé, sino que las retrasaría y las dejaría como opciones similares al pescado azul.

Al fin y al cabo, en el mercado existe gran variedad de pescados y podemos empezar por los que sabemos con certeza que son los más suaves y digeribles, esto es, los blancos (la merluza, la pescadilla, el lenguado, el gallo, rape...).

Modo de preparación de los pescados semigrasos

Como en el caso del pescado blanco o azul, podemos escoger pescado fresco o congelado (más barato y con las mismas propiedades), y si nos decantamos por variedades locales el precio también será menor.

Siempre hemos de revisar y desmenuzar la carne del pescado para eliminar las espinas, y limpiarlo de las vísceras para cocinar.

El pescado se puede preparar hervido, al horno o a la plancha, añadiendo un poco de sal yodada después de cocinarlo (después del año de edad) y se sirve en forma de papilla con trocitos (no triturado fino) o en el plato a trocitos junto a las verduras si el niño ya empieza a comer sólidos y ha dejado atrás los purés, lo cual es lo más probable y conveniente a esta edad.

La lubina, la dorada y el besugo son pescados de sabor suave y carne fina, por lo que es probable que sean bien aceptados por el bebé, que además ya habrá probado otros pescados blancos con anterioridad.

No obstante, hemos de estar atentos ante cualquier reacción adversa, y empezar por poca cantidad. Poco a poco aprovecharemos las múltiples posibilidades de preparación del pescado semigraso y sus propiedades para ir incorporándolo a la dieta del niño y que forme parte de una dieta familiar saludable.

 

pescadoazul

En la introducción al pescado en la alimentación infantil explicábamos que hay bastantes divergencias a la hora de establecer la edad a la que se puede añadir el pescado a la comida del bebé.

Pero en lo que sí había más consenso es en que el pescado azul se ha de introducir después que el blanco, hacia los 18 meses de edad. Sobre todo su contenido en grasa, así como su sabor más fuerte, no lo hacen adecuado para los bebés menores de 18 meses.

La Asociación Española de Pediatría en su "Manual Práctico de Nutrición en Pediatría" nos dice que a partir de los 2 años se ha de "Fomentar el consumo de pescado y mejor si es azul".

Ahora veremos cuáles son los pescados azules, qué propiedades nutricionales tienen y cuál es el mejor modo de preparación para el niño.

¿Cuáles son los pescados azules?

El concepto de pescado azul (denominado también pescado graso) alude a la proporción de grasa inserta entre los músculos del pescado. El pescado azul o graso es un grupo de pescados que contiene más de un 5% de grasa, mientras el pescado blanco o magro, como vimos, contiene aproximadamente sólo un 2%.

La cantidad de grasa influye en la coloración, así que gran parte de los pescados grasos tienen coloración externa con tonos azules, de ahí su nombre. Los pescados azules son generalmente de aguas profundas y frías.

El pescado que entra en esta categoría es menos sedentario que el considerado blanco, de ahí su mayor necesidad de grasa. Por la misma razón, los pescados azules tienen una cola o aleta caudal mucho más potente que los blancos, con un borde superior ahorquillado (en los pescados blancos es redondeado).

Los principales pescados azules son: atún o bonito del Norte, sardina, boquerón o bocarte, arenque, salmón, salmonete, anguila, jurel o chicharro común, pez espada (emperador o albacora), lamprea, verdel, caballa, palometa, trucha marina, cazón...

El bacalao en salazón se considera, a nivel nutricional, un pescado azul, ya que el proceso de salazón aumenta considerablemente su concentración de grasa. Pero este tipo de alimento no nos interesa para la dieta del bebé por su alto contenido en sal.

Respecto al rodaballo y el congrio, hay clasificaciones que los incluyen entre los pescados blancos y otras entre los azules. Ante la duda, yo no los recomendaría como las primeras opciones para ofrecer al bebé, sino que las retrasaría.

Beneficios del pescado azul

salmon

El pescado azul es bajo en grasas saturadas y una fuente muy importante de ácidos grasos omega-3, que en los últimos años se perfilan como unos nutrientes con múltiples beneficios para la salud, ya desde el embarazo y por supuesto también en la infancia.

Los ácidos omega-e ayudan a controlar la presión arterial, reduce la tasa de colesterol y mejoran las funciones cardíacas.

Todas las variedades de pescado azul contienen omega-3, ya sea fresco, ahumado o enlatado, aunque para la alimentación del niño escogeremos los productos más anos, los pescados frescos para cocinar como veremos en el siguiente apartado.

De las fuentes de proteína, el pescado representa el alimento por excelencia. También aporta calcio, hierro, vitaminas A, B1, D y E, cinc...

Además el consumo de pescado azul de mar (como del blanco) aporta a los niños el yodo necesario para el desarrollo de sus sistema nervioso central.

Modo de preparación del pescado azul

Respecto a la elección del pescado azul para la comida de los niños, no hay demasiadas diferencias en cuanto al pescado blanco. Nos habremos de fijar en que los ojos y la piel estén brillantes y la pieza no desprenda mal olor.

Podemos escoger pescado fresco o congelado (más barato y con las mismas propiedades), y si nos decantamos por variedades locales el precio también será menor.

Muchos de los pescados azules se comercializan enteros, aunque en la pescadería o nosotros mismos podemos separar los filetes que no lleven espinas (o al menos con menos riesgo de que lleven, siempre hemos de revisar y desmenuzar la carne del pescado).

Eso sí, en algunos pescados como las sardinas la espina es muy difícil de sacar, y aunque para un adulto resulta fácil separarlas e incluso sin traga las más blandas no pasa nada, es mejor que los niños no coman trozos con espinas.

Los filetes de atún y de emperador están libres de espinas (excepto si lleva la parte central, grande, que se puede separar), aunque estos pescados si son grandes tienden a acumular mercurio, por lo que es mejor escoger ejemplares pequeños.

Respecto a su preparación sí hay diferencias. Como el niño ya tiene 18 meses o dos años, el pescado azul no lo introduciríamos en papilla, sino que se puede preparar hervido, al horno o a la plancha, añadiendo un poco de sal yodada después de cocinarlo y se sirve en el plato junto al acompañamiento correspondiente (patata, verduras, sopa, pasta...).

Los ácidos omega-3 se reducen con una cocción prolongada, pero no hasta el punto de perder su eficacia y grandes beneficios.

Puede que al principio, debido a su característico sabor y a su textura más grasa, el niño rechace el pescado, aunque si no ha tenido problemas para aceptar el pescado blanco, más suave, es probable que tampoco los tenga ahora.

Aún así, hemos de estar atentos ante cualquier reacción adversa, y empezar por poca cantidad. Poco a poco aprovecharemos las múltiples posibilidades de preparación del pescado azul para ir incorporándolo a la dieta del niño junto a la de toda la familia.

lenguado

Como señalábamos en la introducción a los temas sobre el pescado, no hay un criterio único para determinar el momento en que se puede añadir el pescado a la alimentación complementaria del bebé.

Pero en lo que sí había más consenso es en que el pescado blanco se introduce antes que el pescado azul, hacia los 9 o 10 meses de edad según la AEP.

Esto es porque la carne del pescado blanco es menos grasa (no supera el 2%) y más fácilmente digerible. Por ello se puede comenzar a introducir progresivamente en la dieta del bebé, empezando por poca cantidad y alternando con las papillas de carne y verdura.

Como vemos, la denominación "blanco" o "azul" no atiende a criterios biológicos, sino nutricionales (aunque la coloración externa de los pescados grasos suele tener tonos azulados, mientras que los magros son plateados, blancos).

Pasemos a ver detenidamente cuáles son los pescados blancos y cuál es la mejor elección y elaboración para la comida del bebé.

Cuáles son los pescados blancos?

Existe gran variedad de pescados blancos, y cada zona pesquera aporta sus variedades propias, por lo que se recomienda escoger los más habituales en nuestro mercado, a los que los padres están acostumbrados y además serán más económicos que otras especies raras o lejanas.

El término "pescado blanco" se usa para distinguir los pescados de origen oceánico con aleta dorsal, a diferencia del pescado azul, del que hablaremos en una siguiente entrada.

El principal beneficio del pescado blanco es que contiene pocas grasas y calorías, y muchas proteínas. Estas propiedades son las que lo convierten en un alimento muy recomendable para los bebés y niños. Su carne magra es de fácil digestión y aporta múltiples beneficios para la salud. Todos los pescados blancos contienen un valor nutritivo elevado y son ricos en vitaminas del complejo B.

Ejemplos de pescados blancos son: la merluza, la pescadilla, el lenguado, el gallo, gallina o gallineta, rape, faneca, maruca, cabracho (escorpena o rascacio)...

También el bacalao fresco (pero no en salazón, pues éste se considera, a nivel nutricional, un pescado azul, ya que el proceso de salazón aumenta considerablemente su concentración de grasa). Aunque el bacalao suele ser un pescado de los más alergénicos, por lo que se recomienda empezar por otras variedades más suaves, como la merluza, pescadilla o el lenguado.

Respecto al rodaballo y el congrio, hay clasificaciones que los incluyen entre los pescados blancos y otras entre los azules. Ante la duda, mejor dejarlos para su introducción posterior en la dieta, como si fueran azules. La gran variedad de pescados blancos no nos supondrá ninguna dificultad a la hora de elegir otras especies.

bacalao

Modo de preparación del pescado blanco

La mejor forma de cocinar el pescado blanco para el bebé a partir de los 9 o 10 meses es cocido al vapor, al horno o asado, sin sal. Como la cantidad que le ofrezcamos no ha de ser muy elevada, sobre todo al principio (unos 50-70 gramos), lo mejor es preparar el pescado en la papilla de verduras o con un caldo de verduras.

El pescado puede formar parte de la comida de mediodía o se puede dar en la merienda o cena, alternando con los purés de carne, siempre que no desplace a los lácteos y las frutas.

Muchos de estos pescados se comercializan enteros, aunque en la pescadería o nosotros mismos podemos separar los filetes que no lleven espinas (o al menos con menos riesgo de que lleven, siempre hemos de revisar y desmenuzar la carne del pescado).

Si compramos pescado fresco hemos de fijarnos en que los ojos sean brillantes y no estén hundidos, que la piel sea brillante, firme y escurridiza y que el olor que desprenda sea agradable. El pescado se deteriora rápidamente, de modo que si no se va a consumir en las 24 horas siguientes, lo mejor será congelarlo.

El pescado congelado tiene las mismas propiedades que el fresco, y mucho se comercializa en filetes. Los lomos están bastante limpios de espinas, aun así hay que revisarlos.

A la papilla podemos añadirle antes de que la tome el bebé una cucharada de aceite de oliva en crudo, y no añadiremos sal hasta después del año de edad.

Poco a poco el bebé irá apreciando su sabor, aunque puede que le cueste un poco al principio (hay bebés que lo aceptan sin problemas). Lo importante es empezar por pocas cantidades y observar si hay alguna reacción adversa.

El bebé lo tomará de formas muy diversas, pasando enseguida del puré a los trocitos (es muy adecuado por ser tan blando, incluso al empezar a darlo a los nueve meses ya no hace falta triturarlo tanto).

De este modo el pescado blanco es un alimento saludable que formará parte de la dieta habitual del bebé y de toda la familia

pescado

El pescado es un alimento saludable que aporta múltiples beneficios a nuestro organismo. En la alimentación infantil, podemos empezar ofreciendo pescado blanco hacia los nueves meses o el año, y pescado azul unos meses después.

Los niños suelen aceptar bien este alimento por su textura, aunque quizá al principio les cueste acostumbrarse a su sabor, diferente a leche, cereales, fruta, verdura y carne, que es lo que han venido tomando hasta ahora. Hemos de probar a dárselo poco a poco, mezclado con verduras, para que vaya aceptando su sabor.

Como veremos, se recomienda comenzar con los pescados menos grasos, los blancos, como lenguado, merluza o pescadilla, para pasar después al pescado azul, con más grasas (atún, pez espada...).

Pasemos a ver detenidamente cuáles son los beneficios del pescado en la dieta, así como el momento de introducción y la manera de prepararlo para la alimentación del bebé.

Edad de introducción del pescado en la alimentación infantil

Hay mucha variedad de recomendaciones acerca de la edad idónea de introducción de pescado en la dieta infantil.

El pescado puede empezar a ofrecerse, según la AEPED, a partir de los nueve meses y no anteriormente porque que los bebés lo toleran mal (retrasa el vaciamiento gástrico, puede producir reacciones alérgicas y contienen sustancias tóxicas como mercurio y ácido bórico).

Sin embargo otras asociaciones retrasan la introducción del pescado a los 12, a los 18 meses e incluso hasta los tres años de edad (por ejemplo, la Asociación Americana de Pediatría)

Muchos autores, dado que es difícil conocer los antecedentes familiares y habiendo casos de alergia, recomiendan ofrecer los alimentos potencialmente alergénicos, entre ellos el pescado (también leche de vaca, huevos, frutos secos, soja...), a los 12 meses para todos los niños.

Como ya indicáramos en la guía de introducción de la alimentación complementaria, la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) indica que el bebé con alergia o con alto riesgo de padecerla deberá esperar a los tres años.

En esos casos, se debería empezar por el pez espada o emperador, bonito o atún (aunque estas especies se recomiendan de tamaño pequeño, porque los grandes acumulan mercurio que también es desaconsejado), lenguado y otros peces planos y finalmente bacalao y merluza, que son los que más alergias provocan.

Se suele diferenciar entre pescado blanco y pescado azul. La AEP nos dice que se inicia con pescado blanco que tiene menos grasa, alternándolo con la carne (pollo, vaca, ternera, cordero, hacia los 9-10 meses). El pescado azul, más graso, se introduce después, hacia los 18 meses.

Beneficios del pescado en la alimentación

Pescado2

El pescado previene enfermedades cardiovasculares, reduciendo el riesgo de arritmias y coágulos, y es una importante fuente de yodo.

El yodo es vital para el desarrollo de los niños, y organizaciones como la OMS y UNICEF afirman que la carencia de yodo es la principal causa de lesiones cerebrales durante la infancia.

Por ello la erradicación de los trastornos provocados por la carencia de yodo constituye una prioridad mundial en salud pública. Hoy en día, prácticamente todo el yodo se encuentra en los océanos y la principal y casi exclusiva fuente de este mineral son los alimentos de origen marino, como el pescado.

Además el pescado es una excelente fuente de proteínas de alto valor biológico y, como la carne, es una buena fuente de hierro y zinc.

Los ácidos grasos del pescado azul (trucha, caballa, atún, sardinas, arenque, salmón...) tienen una gran proporción de poliinsaturados de cadena larga Omega 3, importantes para el desarrollo neuronal y el de mar es una buena fuente de yodo. Los ácidos Omega 3 han mostrado sus beneficios de muchas formas.

Todos los tipos de pescado contienen algo de ácidos grasos Omega 3, pero el pescado azul contiene más que el pescado blanco (bacalao, merluza...).

El pescado además disminuye los niveles de triglicéridos y mejora la salud arterial. Hay estudios que relacionan el consumo habitual de pescado con una reducción de los riesgos de sufrir demencia, cáncer de próstata o de útero.

En general en el mercado de la mayoría de países existe rica tradición pesquera y posibilidades de acceder al pescado fresco incluso cuando no se tenga cerca el mar, por lo que siempre estará a nuestro alcance este alimento tan saludable que podemos preparar de maneras diferentes, empezando por las papillas del bebé.

Modo de preparación del pescado en la alimentación del bebé

El pescado que daremos al bebé ha de ser cocido (fresco o congelado). El pescado congelado
tiene el mismo valor nutritivo que el fresco. El pescado ahumado, crudo y enlatado en conserva no es adecuado para bebés y niños pequeños.

El pescado crudo tiene riesgos de transmitir al niño (y adulto) la parasitación o alergia debido al Anisakis, un parásito en forma de gusano que anida en mamíferos marinos, peces y crustáceos, y además no es tan fácilmente digerible como el pescado cocinado.

El pescado se debe introducir en la dieta del bebé triturado y en pequeñas cantidades que iremos aumentando progresivamente. A los 9-10 meses ya se puede dejar la papilla menos triturada, con trocitos pequeños, pues el bebé empieza a conocer nuevas texturas y a practicar la masticación.

Cocinaremos el pescado que ofrezcamos al bebé al vapor, hervido o al horno, sin añadir sal ni especias. La papilla de pescado además añadirá verduras variadas, también cocinadas, excepto las que se recomiendan después de los 12 meses si el niño no tiene aún esa edad.

Antes de que el bebé tome el puré de pescado se puede añadir una cucharadita de aceite de oliva en crudo, y después del año una pizca de sal.

Hemos de ser cuidadosos a la hora de extraer las espinas, escogiendo los trozos que menos lleven (normalmente los lomos no llevan, aunque puede ser que haya alguna) y desmenuzando el pescado, si es necesario con las manos, para detectar cualquier pequeña espina que pueda haber quedado.

En cuanto el bebé se acostumbre al sabor del pescado acabará aceptándolo como un alimento más de su dieta. Así, desde bien pequeñitos, se sientan las bases de unos hábitos alimenticios saludables

 

Clasificación de las frutas

frutas

Las frutas son frutos comestibles que provienen de plantas cultivadas o silvestres. Constituyen un grupo de alimentos indispensable para la salud y por ello ocupan el segundo lugar de la pirámide alimenticia junto con los vegetales.

Las principales ventajas de las frutas en la alimentación infantil es que aportan un alto contenido en agua (entre un 80 y un 95%), en vitaminas y minerales y tienen un bajo aporte en calorías. Contienen fibras vegetales, hidratos de carbono simples y nada de grasas.

Los datos demuestran que los niños españoles comen poca fruta, para cambiar esa tendencia se recomienda incluir entre dos y cuatro piezas cada día en el menú infantil. Deberían estar presentes en el desayuno, como postre y en la merienda.

Las frutas son irreemplazables en la dieta de los más pequeños pues aportan un azúcar muy fácil de asimilar por el organismo proporcionándoles la energía que necesitan cada día y evitando el consumo de alimentos poco saludables ricos en grasas y azúcares artificiales.

A su vez, aportan micronutrientes y antioxidantes que actúan como escudo ante posibles enfermedades como la obesidad, el estreñimiento, la hipertensión, el cáncer y problemas cardiovasculares.

Las frutas pueden clasificarse según el tipo de semilla que contenga en:

  • Frutas de hueso (carozo): son aquellas que tienen una semilla grande y de cáscara dura, como el albaricoque, el melocotón, la ciruela, la nectarina, la cereza.
  • Frutas de pepita o pomaceas: son aquellas que tienen varias semillas pequeñas y de cáscara menos dura como la pera y la manzana.
  • Frutas de grano: son aquellas que contienen pequeñas semillas como el higo, el kiwi.

También se conocen otras clasificaciones como:

Frutas rosáceas: provienen de plantas o árboles de la familia de las rosáceas. Entre ellas se encuentran las que consumimos más habitualmente como la manzana, la pera, el melocotón, el albaricoque, la ciruela, la cereza, la fresa, el membrillo.

Frutas cítricas: poseen un alto contenido en vitamina C y ácido cítrico, de ahí su sabor característico. En este grupo encontramos la naranja, la mandarina, el limón, la lima y el pomelo.

Frutas tropicales: aunque no sólo se cultivan en los trópicos, son aquellas que necesitan calor y humedad para desarrollarse. Encontramos: el plátano, el kiwi, el mango, la papaya, la piña, la guayaba, el coco.

Frutas del bosque o silvestres: son frutas silvestres que crecen en los bosques, aunque en la actualidad también se cultivan. Son la frambuesa, los arándanos, la mora, la grosella, la zarzamora.

Frutos secos: son aquellos frutos en cuya composición hay menos de la mitad de agua. Se caracterizan por tener un gran valor energético, ser ricos en grasas, proteínas y oligoelementos. Entre ellos encontramos la avellana, las castañas, las almendras y las nueces.

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Cuándo introducir las frutas

Las frutas pueden comenzar a ofrecerse como alimentación complementaria, es decir complementando la leche materna o de fórmula, a partir de los 6 meses.

Algunas son más adecuadas para ofrecer antes que otras porque tienen un menor riesgo de desarrollar alergias en los pequeños. Deben ir introduciéndose en la dieta una a una para comprobar su tolerancia y esperar dos o tres días para ofrecer una nueva.

Veamos detenidamente a qué edad puede ofrecerse cada fruta.

  • A los 6 meses: manzana, pera, plátano, ciruela, cereza (sin hueso), uvas (sin piel ni pepitas), el kiwi y la piña (si el bebé las acepta). El melón, la sandía, la papaya y el mango pueden ofrecerse a los 6 meses, pero por su sabor demasiado dulce es preferible comenzar con otras frutas y dejar éstas para un poco más adelante.

Con respecto a la naranja y la mandarina, hay pediatras que también recomiendan introducirlas a los 6 meses, mientras que otros sugieren esperar hasta los 12 meses por considerar a los cítricos más alergénicos.

  • A los 12 meses: melocotón, albaricoque, nísperos. Hay quienes recomiendan a las frutas rojas apropiadas para ofrecer a partir del año, sin embargo otros las consideran demasiado alergéncias y las recomiendan a partir de los 15-18 meses.
  • A partir de los 24 meses: frutos secos

Cómo preparar las frutas

A la hora de comprarla debemos elegir siempre fruta fresca ligeramente madura. A la hora de comerlas, al natural es la mejor forma de aprovechar todas las ventajas nutritivas que la fruta nos ofrece, sin embargo cuando hablamos de bebés tendremos que empezar a ofrecerlas sin piel y por supuesto, sin hueso (carozo), granos ni pepitas.

Son muy diversas las formas en que podemos ofrecer a los niños las frutas. Al natural o bien convertidas en zumos, sorbetes, macedonia, batidos, compotas, purés y más adelante dentro de yogures o gelatinas.

Al principio, lo más recomendable es ofrecerla en purés para que el bebé las acepte mejor, o bien se le pueden ofrecer en la mano cortadas en trocitos para que el niño vaya experimentando. Para esto son ideales las frutas que se deshacen como el plátano o la pera si está muy madura, y si se trata de fruta más dura como la manzana, es preferible ofrecer trozos del tamaño del puño del bebé para que al chuparlo y mordisquearlo, aunque no tenga dientes, se vaya deshaciendo (también existen redes antiahogo). Para quienes quieran conocer más acerca de esta modalidad basada en la capacidad del bebé de experimentar con la comida pueden consultar lo que hemos publicado sobre Baby led weaning.

A los más pequeños también se pueden ofrecer en forma de zumos, pero mejor a cucharaditas para evitar la costumbre de beber zumo azucarado en biberón lo cual provoca caries.

Sea como sea, siempre hay que lavarlas muy bien antes de dárselas al bebé y al principio ofrecerlas peladas. Hay que prepararlas y consumirlas enseguida para que la fruta no comience a oxidarse y a perder sus aportes vitamínicos.

No se debe añadir azúcar ni galletitas trituradas a las primeras papillas de frutas. Una opción, una vez que se comprueba que el bebé tolera bien el puré, es añadir un par de cucharadas de cereales (con o sin glúten, según la edad del bebé) para hacerla más sabrosa.

De todas formas, lo más recomendable es no "disfrazar" los sabores de la fruta, y aunque lo mejor es ofrecerla al natural, para los primeros purés se puede escalfar la fruta en agua hirviendo durante 2 minutos para que sea mejor aceptada.

Verduras

Aunque al hablar de la introducción de las primeras papillas solemos hablar de las verduras, sería más exacto hablar de hortalizas, que es un término más general. Las hortalizas son un conjunto de plantas cultivadas generalmente en huertas que se consumen como alimento.

A partir de los seis meses, las hortalizas forman parte fundamental de la dieta del bebé, complementando a la leche.

El término hortaliza incluye a las verduras y a las legumbres verdes o tiernas, como las habas, las judías verdes y los guisantes. Las verduras son hortalizas cuya parte comestible son los órganos verdes de la planta y que forman parte de nuestra alimentación.

Como vemos, el término "hortalizas" incluye una gran diversidad de alimentos. De las verduras y hortalizas se pueden consumir, con preferencia, distintas partes, ya sea las hojas (espinaca), las raíces (zanahoria), los bulbos (cebolla), los tallos (puerro), los frutos (calabacín), los tubérculos (patata) o incluso las flores (coliflor).

En siguientes entradas nos detendremos en las distintas verduras más adecuadas para los bebés y su introducción en la alimentación complementaria. Veamos cuáles son las características nutricionales, la preparación idónea y las edades de introducción de estos alimentos.

Cuándo introducir las verduras en la alimentación del bebé

Las verduras se pueden introducir en forma de papilla como alimentación complementaria a partir de los seis meses del bebé. Hay unas verduras más adecuadas que otras para su introducción en la dieta de los pequeños. Éstas son las recomendaciones más seguidas, que abordaremos detenidamente:

  • A los 6 meses: tubérculos (patata y batata o boniato), semillas verdes de legumbres (guisantes, judías verdes), calabacín, puerro, calabaza, apio, brócoli
  • A los 6-7 meses: zanahoria, tomate, coliflor, cebolla
  • A los 12 meses: espinacas, col, remolacha, nabo, espárrago, acelga

Estas edades son aceptadas generalmente, aunque como vimos en la guía resumen de alimentación complementaria puede haber discrepancias según distintos especialistas.

Es el caso del tomate o la cebolla: hay quien los recomienda ya a partir de los 6 meses y quien prefiere esperar a los 12. Si queremos ofrecerle esos alimentos antes del año, lo mejor es que lo hagamos por separado y observemos la reacción del bebé. Si los acepta sin problemas, podemos seguir incluyéndolos en su dieta.

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Características nutricionales de verduras y hortalizas

Las verduras aportan fibra vegetal importante para un buen transito intestinal y aportan vitaminas (generalmente A y C), minerales y oligoelementos. Tienen pocas calorías (desde 20 Kcal/100 g de los espárragos hasta 60 Kcal/100 g de las habas) y se recomiendan acompañadas de otros alimentos como legumbres, arroz, y/o carne, pescado.

Las verduras además poseen una bajo contenido de proteína y de grasa y mucha agua. La mayoría de los vegetales contienen mucho potasio y poco sodio.

Estos alimentos son muy saludables, porque aportan muchos micronutrientes que actúan como antioxidantes y protegen de varias enfermedades crónicas y ayudan a mantener la salud de tejidos como piel y mucosas del cuerpo. Por todo ello las verduras se encuentran en el segundo nivel fundamental de la pirámide de los alimentos.

Preparación de las hortalizas

Las verduras y hortalizas se ofrecerán cocidas a partir de los 6 meses en forma de puré, y a partir de los 8-9 meses dejando algunos trocitos más grandes para que empiecen a masticar y probar nuevas texturas diferenciando las distintas verduras. No se añadirá sal a las verduras hasta los 12 meses. Se puede añadir un poco de aceite (mejor de oliva) en frío a la papilla lista para tomar.

Antes de hervirlas, las hortalizas se han de lavar, pelar o cepillar cuidadosamente, según se trate de hojas, raíces o tubérculos. Al limpiarlas bien eliminamos sustancias que puedan estar en la piel, porque las hortalizas se riegan a veces con aguas no potables que pueden contener numerosas bacterias y entran en contacto con la piel.

Las vitaminas de las hortalizas se destruyen si están abiertas o cortadas con la exposición a la luz, el aire y el calor. Las sales minerales se disuelven en gran medida en el agua al cocer las hortalizas. Las verduras han de cocerse hasta que estén blandas para poder ser trituradas fácilmente.

El agua de cocción puede aprovecharse para preparar los cereales y así aprovechar la sustancia, las vitaminas y minerales concentradas. Las hortalizas cocidas que no se vayan a consumir en el momento, deben enfriarse, taparse y guardarse en la nevera. Después se pueden volver a calentar pero durante poco tiempo porque el recalentamiento aumenta el nivel de nitritos en las verduras.

Las papillas elaboradas se pueden guardar en la nevera bien tapadas si se consumen al día siguiente. También pueden congelarse para consumir más adelante, descongelándolas en el frigorífico 24 horas antes y calentándolas a la hora de ofrecerla al bebé.

Siguiendo estos consejos de preparación e introducción de estos alimentos en la dieta del bebé les estaremos ofreciendo todos los beneficios de las verduras y hortalizas en la alimentación infantil como parte de unos platos sanos y equilibrados

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Ayer iniciamos una guía a modo de resumen con los principales alimentos de que disponemos para ofrecer a los bebés. Como nos quedamos a medias, hoy proseguimos con la guía.

Carne

  • El pollo y el conejo, que se pueden empezar a ofrecer a partir de los seis meses, son las carnes menos alergénicas y más adecuadas para los bebés, por provenir de animales pequeños.
  • El pavo, el cordero y la ternera también pueden empezar a tomarlo a los seis meses, aunque la ternera, al ser un animal más grande, tiene mucho colágeno que es de difícil digestión (por esta razón se recomienda a menudo a partir de los 10-12 meses). En cuanto al pavo, es una carne interesante por ser una de las que más hierro contiene.

  • La carne de cerdo también puede darse a los seis meses, aunque a esta edad ofrecería como mucho el solomillo del cerdo, que es una carne jugosa y sin nervios, vigilando un poco las digestiones del bebé (el cerdo, como la ternera, es un poco más indigesto para los bebés que otras carnes de animales más pequeños). El jamón de york y el serrano, por su cantidad de sal y por la cantidad de conservantes y colorantes que suelen llevar (básicamente el de york), serían más recomendables a partir de los 10-12 meses.
    • Pescado

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      El pescado es uno de los alimentos en que menos consenso hay. Ahora lo veréis:

      El pescado puede empezar a ofrecerse, según la AEPED, a partir de los nueve meses, ya que los bebés lo toleran mal porque retrasan el vaciamiento gástrico, pueden producir reacciones alérgicas y contienen sustancias tóxicas (mercurio y ácido bórico).

      La AAP (Asociación Americana de Pediatría) recomienda en cambio no ofrecer pescado hasta los tres años.

      La AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) indica que el bebé con alergia o con alto riesgo de padecerla deberá esperar a los tres años, empezando por pez espada, bonito, atún, lenguado y otros peces planos y finalmente bacalao y merluza, que son los que más alergias provocan, pero claro, habla de bebés con alto riesgo de tener alergias.

      Ante tanta diferencia yo me decantaría por empezar a partir de los doce meses por el riesgo de alergia, aunque los nueve meses tampoco me parecen un mal comienzo.

      Hay quien diferencia entre pescado blanco y pescado azul, iniciando antes el blanco que el azul (el blanco hacia los 9-12 meses y el azul hacia los 18 meses). Lo cierto es que podrían ofrecerse ambos a partir de los doce meses, aunque evidentemente no pasa nada por retrasar un alimento.

      Legumbres

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      Las legumbres pueden empezar a ofrecerse a los seis meses y, de hecho, al ser ricas en hierro, se recomienda hacerlo (aunque deben acompañarse de algún alimento con Vitamina C para mejorar la absorción del hierro: naranja, mandarina, tomate,...).

      Si por la piel de las legumbres el bebé sufre flatulencias es mejor retirarlas. Si aún quitando la piel, las legumbres siguen produciendo flatulencias, es mejor esperar un tiempo para volver a ofrecerlas.

      Las judías verdes son probablemente las que mejor se toleran y por eso se pueden dar con tranquilidad a los seis meses.

      La soja es uno de los alimentos considerados altamente alergénicos, por lo que se recomienda empezar a ofrecerlo a los 12 meses.

      Huevo

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      El huevo es uno de los alimentos con más potencial alergénico y por ello se recomienda empezar a ofrecerlo a partir de los 12 meses.

      En algunas publicaciones se recomienda separar la yema de la clara, para ofrecer primero la yema, que es menos alergénica, hacia los 10 meses. Sin embargo se ha comprobado que parte de la clara acaba yéndose con la yema en la separación.

      A pesar de ello muchos niños han mostrado síntomas tras tomar la clara habiendo tolerado previamente la yema.

      Yo, por si acaso, no lo ofrecería hasta los doce meses, empezando por la yema y ofreciendo una semana después, para dejar margen por si hubiera síntomas, la clara.

      Leche y derivados

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      Los leche y sus derivados son altamente alergénicos (la leche es, en la primera infancia, el alimento que produce mayor número de reacciones adversas) y por ello se recomienda retrasarlos hasta los 12 meses.

      Los niños que toman leche artificial ya están tomando proteínas de la leche de vaca, por lo que a nivel de alergias, si la toleran bien, no hay problema.

      Estos niños podrían tomar yogur natural a partir de los 9-10 meses (aunque como tienen más proteínas que la leche artificial, mejor un biberón que un yogur) y leche de vaca a partir de los 12 meses. Los bebés amamantados mejor todo a partir de los 12 meses.

      Otros alimentos

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      • La sal hace que los niños coman más de lo que necesitan ya que es un sabor que les gusta. Se corre el riesgo también de que se acostumbre a este sabor y le cueste aceptar otros sabores menos salados.

        Se podría empezar a ofrecer a partir de los 12 meses, aunque con moderación.

      • El azúcar produce el mismo efecto que la sal, haciendo que se coma de más y que se acostumbren a ese sabor, pero con el añadido de que es un alimento desmineralizador. Tampoco se recomienda hasta al menos los 12 meses (y a partir de entonces evitarla tanto como se pueda).
      • La miel es la alternativa natural al azúcar ya que endulza igualmente y es algo más sana. Puede contener esporas de Clostridium Botulinum, que pueden ser absorbidas por el intestino inmaduro del lactante y por eso se desaconseja su consumo en menores de 1 año. Algunos autores la consideran altamente alergénica y aconsejan que se empiece a ofrecer a los 3 años.
      • Los frutos secos se recomiendan, según la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición), a partir de los tres años para evitar posibles reacciones alérgicas.
        Además, por el riesgo de atragantamiento al ser alimentos pequeños y sólidos, se recomienda no ofrecerlos enteros hasta los 4-5 años.
      • El aceite se puede ofrecer a partir de los seis meses para dar sabor y calorías a algunos menús. El mejor, el de oliva.
      • Los alimentos integrales son más sanos ya que están menos modificados, pero por la cantidad de fibra que contienen se recomiendan a partir de los dos años empezando poco a poco.

       

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      A lo largo de varias entradas pudimos ver el año pasado diversos temas relacionados con la alimentación complementaria y dado que se ofrecieron muchos datos explicados en varias entradas os traemos hoy una guía resumen de la alimentación complementaria.

      El objetivo es comentar lo más importante de cada grupo de alimentos para saber en qué momento podría ser adecuado empezar a ofrecerlos a los bebés en base a la documentación que ofrecen los principales organismos oficiales en términos de salud pediátrica (la OMS, la AEPED, la ESPGHAN, la AEPAP, la UE, etc.).

      Aunque pueda parecer extraño, cuanta más bibliografía se consulta más difícil es determinar el momento idóneo para empezar a ofrecer un alimento, básicamente, porque hay muy pocos estudios destinados a saber cuándo se debe empezar a ofrecer un alimento, cuál va primero o a qué hora se debe tomar.

      No es que no se quieran dedicar recursos a ello, es que no tiene mucho sentido hacer un estudio con bebés comparando a un grupo de niños que empieza a comer plátano a los seis meses con otro grupo de empieza con la patata (estudios que deberían hacerse para cada alimento).

      Es por eso que esta guía resumen es un conjunto de recomendaciones que no están grabadas en piedra, sino que parecen más o menos lógicas por uno u otro motivo (que explicaré).

      Verduras y hortalizas

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      Tienen pocas calorías y se recomiendan acompañadas de otros alimentos como legumbres, arroz, patata y/o carne.

      • La patata se puede empezar a ofrecer a partir de los seis meses
      • El nabo y la remolacha, por la cantidad de nitratos que contienen, a partir de los doce meses
      • La zanahoria también contiene nitratos, pero también contiene betacaroteno, precursor de la vitamina A. Se recomienda a partir de los siete meses, aunque en algunas publicaciones se habla de seis meses ofreciendo un cuarto de zanahoria (muchos niños se ponen literalmente naranjas cuando comen una zanahoria diaria).
      • Las espinacas, la col y los espárragos son ricos también en nitratos y por ello se recomiendan a partir de los 12 meses
      • El resto de verduras y hortalizas: cebolla, calabacín, puerro, boniato, calabaza, apio,... pueden ofrecerse a partir de los seis meses.

      Fruta

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      La fruta se empieza a ofrecer a los seis meses, aunque si la madre empieza a trabajar a los cuatro meses se le podría empezar a ofrecer las menos alergénicas (manzana, pera, plátano y quizás naranja, según comente el pediatra).

      • El plátano, la manzana y la pera se pueden ofrecer a partir de los seis meses.
      • La naranja y la mandarina son frutas más alergénicas y por ello algunos autores las recomiendan a partir de los 12 meses. Otros, en cambio, comentan que se pueden ofrecer a partir de los seis meses.
      • El melocotón y el albaricoque pueden producir alergias por la pelusilla de la piel. Se recomiendan a partir de los 12 meses.
      • Las frutas rojas son también bastante alergénicas. Hay quien recomienda que no se ofrezcan hasta los 12 meses y otros autores no hablan de ellas hasta los 18 (a mí me gusta más esta segunda cifra).
      • El kiwi y la piña, consideradas frutas tropicales, ya no lo son tanto porque hace tiempo que convivimos con ellas. En principio se recomiendan a partir de los 12 meses, pero si la madre las ha ido consumiendo durante su vida de manera más o menos habitual, pueden ofrecerse a los seis meses.
      • La ciruela es una rosácea, prima hermana del melocotón y del albaricoque, sin embargo no tiene pelo como ellas y por ello es menos alergénica. Se puede empezar a ofrecer a partir de los seis meses, sobretodo si el bebé padece estreñimiento.
      • El resto de frutas (melón, sandía, mango, papaya,...) pueden ofrecerse a partir de los seis meses.

      Cereales

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      Los cereales sin gluten se recomiendan a partir de los seis meses, aunque si la madre va a empezar a trabajar al finalizar la baja maternal pueden darse a partir de los cuatro meses, como con la fruta.

      • El arroz, el maíz, la tapioca (que no es realmente un cereal, sino la harina de la yuca), la quínoa, amaranto y mijo que son cereales sin gluten, pueden ofrecerse a partir de los seis meses (aunque en Sudamérica, si un niño es celíaco no se le suele dar yuca).
      • Los cereales con gluten, y por lo tanto el gluten, debe ofrecerse entre el sexto y séptimo mes, en poca cantidad cada día, ya que se ha observado que ofrecer el gluten junto a la leche materna se tolera mejor y se reducen en un 40% las probabilidades de celiaquía.

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      Hay niños que son realmente "puntillosos" para comer, y esto suele ser una preocupación entre los padres a quienes se les escucha decir constantemente que el niño "no me come". Es un desafío diario hacer que el niño pruebe nuevos alimentos.

      Harriet Worobey, especialista en nutrición infantil afirma que el rechazo del niño a probar nuevos alimentos es una característica normal del desarrollo infantil y muchos padres abandonan el intento de hacer que su hijo pruebe nuevos alimentos.

      Una serie de estrategias pueden ayudar a los niños "mal comedores" a comenzar a consumir una dieta más variada. Worobey, señala los errores más comunes que se cometen en la alimentación de estos niños:

      Muchos padres no quieren a los niños dentro de la cocina mientras se prepara la cena. Sin embargo, los estudios sugieren que la participación de los niños en la preparación de la comida es el primer paso para que prueben nuevos alimentos. Investigadores de la Universidad de Columbia encontraron que los niños que preparaban sus propios alimentos tenían más probabilidades de probar nuevos sabores. Animarlos a ayudar en la cocina, presentándoles una variedad de alimentos sanos para prepararlos es una buena idea para que se atrevan a comer aquello que han preparado.

      Presionar al niño a dar un bocado, parece razonable, pero es probable que sea contraproducente. Los estudios demuestran que los niños reaccionan negativamente cuando los padres les presionan para comer, incluso aún cuando ofrecen recompensas. Expertos de la Universidad de Pennsylvania ofrecieron en un estudio pegatinas y horas de televisión si los niños comían verduras y leche, más adelante estos expresaron aversión por los alimentos por los cuales habían sido recompensados.

      alimentacion2.jpgEl mejor enfoque es poner la comida en la mesa y alentar al niño a intentarlo, sin presión y sin reproches cuando no come y reforzando positivamente si lo prueba, tratando de parecer natural.

      Otro error que se comete está relacionado con la restricción de alimentos. Los padres ponen fuera de la vista o en una estantería alta, aquellos alimentos que les restringen a los hijos. Los especialistas afirman que si se restringe un alimento, el niño querrá más.

      La lección es no llevar a casa este tipo de alimentos, comprar bocadillos saludables y dar a los niños acceso a las estanterías es mucho mejor que prohibir.

      Un fallo común en la alimentación se presenta en los parientes que están tratando de perder peso. Los papás sometidos a una dieta deben ser conscientes de cómo esto puede influir en las percepciones acerca de los alimentos y comer sano por parte de los hijos.

      Un informe de 2005 en la revista Psicología de la Salud encontró que las madres que estaban preocupadas con su peso restringían más los alimentos para sus hijos y los alentaban a perder peso. La exposición de niños pequeños a la irregularidad de los hábitos de dieta es un alto riesgo para el desarrollo de trastornos de alimentación o una vida de dieta crónica.

      Los niños suelen rechazar las verduras, en parte porque muy a menudo se sirven al vapor y no es de extrañar que se muestren reacios a comerlas. Los nutricionistas dicen que se deben "vestir" las verduras. Añadir un poco de mantequilla, queso, nata o azúcar moreno a un plato de verduras puede mejorar la apreciación de ellas por parte del pequeño. Las pocas calorías que se le añaden de esta manera, valen la pena frente a la desventaja nutricional de no comerlas, además da la oportunidad de introducir al niño a los sabores vegetales.

      Renunciar demasiado pronto es también un error. Si bien puede rechazar un alimento hoy, mañana puede comerlo. Las preferencias cambian a menudo. Por lo tanto, los padres deben mantener la preparación de alimentos variados y saludables y ponerlos en la mesa a pesar de que los hijos se nieguen a probarlos. En niños pequeños se necesitan 10 o más intentos durante varios meses para introducir nuevos sabores.

      Susan B. Roberts, un nutricionista de Tufts University, sugiere una "regla de 15"; poner una comida en la mesa por lo menos 15 veces para ver si el niño la acepta. Una vez que un alimento es aceptado, los padres deben utilizar "puentes de alimentos", es decir, buscar colores o sabores parecidos para ampliar la variedad de los alimentos que un niño va a comer. Si un niño le gusta el puré de calabaza, por ejemplo, intentar puré de batatas y, a continuación, puré de zanahorias. Si a un niño le gusta el maíz, intentar mezclar con guisantes o zanahorias.

      comiendo fruta

      Seguimos con nuestro repaso por los errores más frecuentes en la alimentación infantil, prestando atención a temas fundamentales como los desayunos saludables, las verduras y hortalizas o algunas costumbres poco recomendables a la hora de ofrecer la alimentación a los más pequeños.

      Relegar el desayuno

      Más frecuentemente de lo que imaginamos se supone que el desayuno es una comida secundaria, y no se le presta la importancia que requiere. El desayuno es una comida fundamental, la primera de la jornada, la que "nos pone las pilas" e influye en la mañana, en el rendimiento físico e intelectual de las personas.

      Si los pequeños hacen un buen desayuno, pasarán una buena mañana y crecerán más sanos, pues, entre otras cosas, se ha demostrado que los niños que no desayunan o que lo hacen mal sufren más caries o tienen un peor rendimiento escolar.

      Abusar de cereales azucarados y/o chocolateados para el desayuno

      En los últimos años han proliferado preparados a base de cereales que se presentan como "cereales de desayuno". Se trata de copos elaborados a partir de distintos cereales (trigo, arroz, maíz) que se suelen tomar junto con la leche.

      Pero a menudo, para hacerlos más apetecibles, van cubiertos de azúcar, miel o chocolate, con lo cual no son tan saludables como podíamos suponer. Esto aumenta de forma importante la cantidad de calorías sin aportar nutrientes esenciales. En caso de que lleven chocolate, aumenta aún más debido a que éste contiene mucha grasa.

      Ya hemos visto algunos análisis que destacan el exceso de azúcares y grasas saturadas en la mayoría de los cereales comercializados. Es saludable tomar cereales sin aditivos. Y en el desayuno, lo más tradicional es el pan migado o las tostadas, muy sano y completo con un poco de aceite de oliva y jamón cocido.

      No ofrecer verduras suficientes

      Las verduras y hortalizas son tan importantes como la fruta para la alimentación infantil, sin embargo muchas veces olvidamos estos vegetales. Son una fuente inmejorable de nutrientes para toda la familia, con una rica variedad de vitaminas, minerales y mucha fibra. Deberíamos incluir verduras al menos en dos de las comidas a lo largo del día.

      Las verduras preferiblemente pueden ser frescas, en ensalada, o cocinadas como guarnición, pero en cualquier caso han de estar presentes en los platos de la familia.

      Pensar que no les gusta un alimento y "renunciar"

      A los bebés les cuesta aceptar los nuevos sabores. Es lógico, pasan meses tomando leche y de repente empiezan a descubrir otros alimentos. La transición tiene que ser suave y paulatina, y sobre todo o debemos desesperar.

      Muchas veces concluimos precipitadamente que los niños son "malos comedores", pero lo que sucede es que no han tenido el tiempo suficiente para aceptar los nuevos alimentos. Muchas veces, a la décima va la vencida, y que empiecen a disfrutar con los nuevos alimentos es cuestión de paciencia.

      No dejarles experimentar

      Cuando el bebé está preparado para los nuevos alimentos, hemos de dejarle experimentar con los nuevos sabores. Dejar a su alcance frutas o verduras, que las cojan, que las huelan, las mordisqueen... Eso no quita para que, como decimos en el punto anterior, las rechacen, pero es normal al principio.

      Lo que sería contraproducente es que, una vez detectados sus alimentos "favoritos", no le demos otras cosas diferentes. De entre un abanico de sabores irán escogiendo sus favoritos, pero en la variedad y en no tener miedo a experimentar con lo nuevo se basa el disfrute de la comida y que no se ciñan a unos pocos alimentos en su dieta.

      Obligar a que terminen el plato

      En general, podemos permitir que los pequeños decidan cuánta cantidad comen. Nunca se les debe obligar a terminar una ración, ellos pronto aprenden a conocer sus límites. Su estómago es pequeño y hay que favorecer que reconozcan la sensación de saciedad para que no coman más de lo necesario.

      A veces puede no apetecerles en un momento determinado cierto plato, pero podemos ofrecerles alternativas saludables. Si notamos una pérdida de apetito continua y notable, debemos consultar al pediatra.

      En definitiva, esperamos que estos consejos os ayuden a no cometer los errores frecuentes en la alimentación infantil para disfrutar en familia de la buena mesa de un modo saludable.

      Empieza el curso, la rutina, el estrés... se reduce el tiempo que podemos dedicar a nuestros hijos, pero sabemos lo necesario que es proporcionarles unas costumbres y hábitos saludables que colaboren en su desarrollo de forma favorable. Pero no estará tan bien hecho cuando sigue siendo noticia el aumento del sobrepeso en la población infantil, cuando no se deja de fomentar la actividad física en los niños, cuando las enfermedades de los adultos son cada vez más sufridas por los niños.

      Así que no está de más hacer una revisión a nuestra forma de hacer a la hora de alimentar a nuestros hijos y para ello, encontramos en la web Comedores Saludables, de la que os hablamos hace unos días, los errores más frecuentes en la alimentación infantil, y son estos:

      El primer error se puede cometer si se introduce la leche de vaca en la alimentación de nuestro hijo antes de que cumpla el año, ya que lo más conveniente es que se alimenten con leche materna y si no es posible, con fórmula infantil, que a pesar de que está basada en la leche de vaca, está tratada y se le han cambiado los tipos de grasa, aumentado las proporciones de proteína, carbohidratos, vitaminas y minerales.

      Siempre nos han metido en la cabeza que la leche ayuda a crecer y fortalecer los huesos, y esto puede llevar a muchos padres a proporcionar un exceso de productos lácteos a sus hijos, siendo un máximo de tres las raciones diarias recomendadas.
      Los problemas que pueden surgir de esta sobrealimentación de lácteos son varios, como el escaso hierro que estos productos aportan así como la dificultad que produce el calcio para que el organismo absorba este necesario mineral. También los derivados lácteos son una fuente de grasas animales ricas en ácidos grasos saturados, restan apetito y pueden provocar dolor abdominal. No olvidemos que muchos de los postres lácteos aportan también una buena dosis de azúcares. Así que intentemos olvidarnos de dar flanes, natillas, etc., de postre a nuestros hijos, lo mejor es una pieza de fruta, precisamente la vitamina C ayuda a asimila el hierro de los alimentos que se han introducido en la comida.

      Un gran error es pensar (y creer en los anuncios comerciales) que dando un zumo envasado a nuestro hijo, estamos sustituyendo la ración de fruta. Ya un zumo natural priva al organismo de la fibra de la fruta, pues los zumos envasados además contienen azúcares y vitaminas artificiales. Se trata de un preparado muy energético que carece de nutrientes esenciales y que generalmente aportan mucho menos de un 10% de fruta. Ni que decir tiene que los refrescos no son nada recomendables.

      Otro tema es el desayuno y los cereales azucarados o chocolateados que tanto gustan a los niños hasta el punto de que consumen más de lo recomendado, sea por su sabor o por los dibujitos del envase. La verdad es que son golosos, pero a pesar de tener como base el trigo, el arroz o el maíz, están cargados de azúcar, miel o chocolate, lo que aumenta su energía pero no los nutrientes esenciales.

      Tampoco es beneficioso para los niños el consumo de bollería, pan de molde, etc. Son productos que por ser blanditos frenan su desarrollo bucodental, no trabajan dientes, mandíbulas, músculos de la cara y la masticación, no fortalecen sus dientes y encías y encima, al ser ricos en azúcares, propician la caries. También aportan grasas añadidas, así que nada mejor que tomar fruta y pan del día.

      Como siempre hemos dicho, hacer partícipes a los niños en la cocina y en la elección y manipulación de los alimentos que se van a tomar, es beneficioso, pero no se les puede dar total libertad, pues seguramente elegirían una alimentación poco equilibrada y saludable, les encantan los alimentos muy salados o muy dulces, así que tenemos que darles a elegir entre algunas posibilidades dentro de nuestros planes alimenticios, ya que somos lo que sabemos qué necesitan comer.

      Demos una vuelta a nuestra despensa, frigorífico y por supuesto al frutero. Pensemos en la salud de nuestros hijos y no en satisfacer sus caprichos, démosles ejemplo y cuidemos todos nuestra alimentación, la educación alimentaria es una asignatura delegada a los padres.

      El deterioro de los dientes por el biberón es un problema dental que puede destruir los dientes de un niño en los 2 primeros años.

      Se produce por exponer los dientes a líquidos que contienen azúcares durante períodos largos de tiempo. Entre estos líquidos están la leche, zumos, gelatina u otros líquidos azucarados.

      El deterioro de los dientes ocurre también en niños que siguen mamando por períodos prolongados de tiempo (puede ocurrir, por ejemplo, si la madre se duerme mientras el bebé está mamando).

      La placa de bacterias que hay sobre los dientes utiliza estos azúcares como fuente de energía para formar ácidos que atacan al esmalte del diente.

      PREVENCIÓN

      Nunca deje a su niño en la cama con un biberón.
      Evite el uso prolongado de chupetes.
      Después de cada comida, enjuague los dientes y encías del niño con una esponja limpia o gasa para quitar la placa.
      Comience a utilizar seda dental entre los dientes de los niños en cuanto aparezcan los primeros dientes del bebe.

      Dientes defectuosos a causa del Biberon


      Entre las comidas, si su niño necesita otro entre horas, dele un biberón de agua fresca clara.
      No llene el biberón de su niño de líquidos que tengan azúcar tales como quina, ponches, gelatina, o bebidas azucaradas.
      Asegúrese de que su niño tome flúor de alguna forma, sobre todo si su agua no está fluorada.
      Observe los dientes de su niño regularmente y comience las visitas al dentista cuando los dientes empiecen a salir.


       

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